

"La pesadilla americana": la angustia por los venezolanos deportados por Trump a El Salvador
Un video de Mervin Yamarte con la cabeza rapada y la mirada gacha alertó a su familia sobre su deportación desde Estados Unidos y reclusión en El Salvador. Le acusan de pertenecer al Tren de Aragua, banda criminal de su país, Venezuela.
Tanto Mervin, de 29 años, como tres amigos con los que atravesó la peligrosa selva del Darién entre Colombia y Panamá con rumbo a Estados Unidos fueron arrestados el miércoles en su casa en Dallas, Texas. Tres días después estaban en la cárcel de máxima seguridad salvadoreña Cecot: Centro de Confinamiento del Terrorismo.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ordenó el traslado de Mervin, sus amigos y otros 234 venezolanos bajo el alegato de que pertenecen al Tren de Aragua, que declaró como una organización terrorista. El gobierno venezolano, rival político, denuncia una campaña de criminalización contra los migrantes.
Mervin y sus amigos crecieron en Los Pescadores, un barrio de calles polvorientas y viviendas modestas en Maracaibo (estado Zulia, oeste), la otrora capital petrolera venezolana, de donde salieron en septiembre de 2023 en busca del "sueño americano".
Los cuatro firmaron una orden de deportación a Venezuela, relatan sus familiares, que los esperaban de regreso al país caribeño el fin de semana.
"Ya mi hijo se quería devolver porque decía que eso no era el sueño americano, era la pesadilla americana", dice a la AFP su madre Mercedes Yamarte, cuyos cuatro hijos emigraron, tres a Estados Unidos y una a México.
Casi ocho millones de venezolanos dejaron el país en la última década empujados por la crisis, según la ONU.
- "Un grito de auxilio" -
El primero en identificar a Mervin en un noticiario de televisión fue un hermano, que vive en Estados Unidos.
Fue por las "cotizas", dice en referencia al término usado en esa región venezolana para referirse a las chanclas, y llamó a su familia.
Les envió un video en el que "sale Mervin con una mirada aterradora", relata entre sollozos Mercedes.
Esa mirada "es el dolor más grande de mi vida, porque es como un grito de auxilio de mi hijo", piensa la mujer, que gestiona a través de las autoridades venezolanas la repatriación de la hija que está en México.
Sus otros dos hijos en Estados Unidos quieren volver, relata, pero temen correr la misma suerte de Mervin.
Mientras, se aferra a la última fotografía que le mandó Mervin, en la que se ve con gesto relajado, antes de aparecer en las imágenes de migrantes encadenados, cabezas rapadas y torsos doblados por agentes enmascarados, que divulgó el presidente salvadoreño, Nayib Bukele.
"Solo queremos justicia, son personas buenas. Libertad para Andy, Mervin, Ringo y Edwuin", dice una pancarta con fotografías de los cuatro que elaboraron para ir a los medios de comunicación locales a pedir ayuda.
Mercedes encabeza una especie de comité de madres que presionan por la libertad de los venezolanos enviados a El Salvador por Trump, amparado en una ley de 1798 que permite la expulsión de manera sumaria de "enemigos extranjeros".
Un vuelo de deportados a Venezuela estaba pautado para el fin de semana. Nunca llegó.
- Los tatuajes -
En Cañada Honda, otro barrio empobrecido de Maracaibo, Yajaira Chiquinquirá Fuenmayor, de 65 años, recuerda que su hijo, Alirio Belloso, de 30, le había comunicado que sería deportado a Venezuela.
Fue detenido el 28 de enero, una semana después de que Trump asumiera su segundo mandato, y esperaba su deportación.
Yajaira estaba feliz porque volvería a ver a su hijo, pero su ilusión se esfumó cuando supo que estaba en el Cecot, el gigantesco penal que Bukele abrió hace tres años como parte de su cruzada contra las pandillas de El Salvador.
Alirio había migrado a Perú y regresó a Venezuela para irse a Estados Unidos con la idea de ayudar a su familia a surfear la extrema pobreza.
¿Fueron los tatuajes?, se pregunta su esposa Noemí Briceño. Mervin también los tiene.
"Vimos una noticia que hablaba de los tatuajes del Tren de Aragua. Mi esposo tiene tatuada a su sobrina, que murió de leucemia, y el nombre de su hija, de su madre", apunta la mujer.
"Y un reloj de arena", relata, "porque le decía a su hija que habría un tiempo en que ya no se iría de Venezuela".
Z.Bianchi--IM