En el oeste de Ucrania, desarraigo de los desplazados por la invasión rusa
En la abarrotada estación de Leópolis (Lviv), Olga Kovalchuk parece perdida en medio de miles de otros ucranianos llegados a esta ciudad del oeste de Ucrania con el fin de quedarse o seguir rumbo a la Unión Europea para huir de la invasión rusa.
No dispone de pasaje ni, mucho menos, planes de futuro. Solo quiere tomar el próximo tren hacia Polonia donde la espera su sobrina.
"Marchamos porque estamos bajo fuego y nos tenemos que esconder en refugios. No quiero traumatizar a mi niña porque tiene miedo", explica esta bibliotecaria de Yitomir (centro), junto a su hija de 10 años.
Rusia lanzó el jueves una invasión masiva de Ucrania, con bombardeos aéreos, artillería y misiles en la mayoría de regiones del país.
Según el gobierno ucraniano, los ataques causaron la muerte de 350 civiles, entre ellos 16 niños.
Huyendo de los combates, cientos de miles de ucranianos se han lanzado a buscar refugio, sobre todo en el oeste del país, la zona más alejada de Rusia y fronteriza con la Unión Europea. Más de medio millón han cruzado al extranjero, sobre todo a Polonia, que acoge casi 300.000, según la ONU.
La ciudad de Leópolis (Lviv) y su región, donde numerosos países occidentales trasladaron sus embajadas, se ha convertido en una etapa clave en este trayecto hasta el punto que encontrar un alojamiento es todo un reto y que los productos de primera necesidad empiezan a escasear en supermercados.
Algunos hacen escala allí antes de continuar hacia el oeste, a pesar de los atascos de tráfico de 25 a 30 km antes de la frontera. Otros se instalan allí sin saber por cuánto tiempo se quedarán.
Las autoridades organizaron trenes de evacuación gratuitos a través de Ucrania y hacia varios países de la UE. La estación de Leópolis, con trenes llenos hasta arriba, es epicentro de la marabunta y el caos.
- Alojamiento gratuito -
Con la mirada aturdida, los pasajeros escrutan el tablón de horarios, acarreando con las maletas y carritos de bebé. Patrullas policiales y militares circulan sin pausa y voluntarios en chalecos amarillos distribuyen galletas y té.
Maryna, una trabajadora social de 32 años llegada a Lviv desde Dnipró (centro-este), espera poder marchar a Polonia. La mujer, acompañada de sus dos hijos, ya no cree poder volver nunca a su casa.
"Nos quedamos aquí para la jornada. No tenemos plan, hay demasiado gente y no entendemos nada", explica la joven, cuyo marido se ha quedado a combatir contra los rusos.
Ante la afluencia de desplazados, los habitantes multiplicaron sus iniciativas para ayudar a sus compatriotas.
Propietario de un rancho situado en la aldea de Lopushna, cerca de Lviv, Ostap Lun ha abierto las puertas de su pequeño hotel, que ya está completo.
"Evidentemente, no cobramos por este alojamiento", dice el robusto hombre de 47 años. "Vamos a hacer todo para crear condiciones cómodas y sobre todo seguras para gente que se ha encontrado sin hogar", agrega.
Una de sus inquilinas es Iryna Plakhuta. Aunque está agradecida y se siente más protegida, no puede parar de llorar.
"Nuestros maridos se han quedado en Kiev, protegen Ucrania. Es tan duro", expresa esta esbelta empresaria de 43 años.
Embarazada de su segundo hijo, asegura dormir vestida porque las sirenas de alarma resuenan regularmente en esta región y obligan a los habitantes a bajar a los refugios.
"Si los nuestros no pueden retener Kiev, si hay bombardeos contra Lviv (...), no habrá otra solución" que emigrar, dice la mujer.
Nuevamente en la estación de Lviv, Olga Kovalchuk está determinada a no perder la esperanza. Siente "mucha pena por sus compatriotas" y por los niños, pero no quiere "bajar los brazos".
"Esperamos que Ucrania ganará porque la justicia está de nuestro lado. No hemos hecho daño a nadie", asegura.
L.Bernardi--IM