Los microplásticos invaden silenciosamente las playas inglesas
Son las dos de la tarde de un domingo primaveral, el sol ilumina la playa de Tregantle, en el suroeste de Inglaterra, como en un cuadro de Turner. Pero bajo la arena de este paraje paradisíaco se oculta un silencioso invasor.
"Es precioso ¿verdad? Pero mira bajo tus pies", dice Rob Arnold, de 65 años, activista medioambiental, ingeniero y artista comprometido. Se agacha y extrae de la arena diminutas bolitas de plástico, apodadas por algunos "lágrimas de sirena".
En su mayoría transparentes, del tamaño de una lenteja, estas microperlas se utilizan para fabricar objetos de plástico. Pero, como el petróleo, se escapan fácilmente durante el transporte y la manipulación, y son contaminantes persistentes que ademas absorben otros contaminantes.
Unos 11,5 trillones de microperlas acaban en el océano cada año, según la organización británica Fauna & Flora. Una vez en la naturaleza, viajan con las corrientes oceánicas y a menudo llegan a las playas y otras costas.
"Por su tamaño y forma, las aves y otras criaturas marinas las confunden con huevos de peces y se las comen. Si un animal que las ha ingerido es a su vez devorado por otro, toda la cadena alimentaria se ve afectada", explica Arnold.
Ese día, una docena de personas participan en la limpieza de la playa, entre ellas Rob y la máquina especial que ha inventado, compuesta por una gran cubeta de plástico, una gran rejilla y un sistema de tubos.
"Separa los residuos plásticos de los naturales y de la arena gracias a un sistema de filtrando", explica a la AFP este ingeniero que ahora utiliza las microperlas y otros microplásticos crear obras de arte.
Jed Louis, de 58 años, lleva una sudadera caqui con el nombre de la asociación local de limpieza de playas.
"Esta playa está especialmente contaminada por su ubicación, las corrientes y su forma tan abierta al mar", explica. "Es en otoño e invierno, debido al clima, cuando encontramos más microplásticos en las playas: las tormentas, las tempestades y los vientos los sacan a la superficie. Por desgracia, el plástico se queda, no desaparece".
- Arqueología -
Para Clare Wallerstein, de 53 años, "a veces es un poco como hacer arqueología. Si excavamos en la arena, encontraremos diferentes capas de plástico".
Una parte de estas microperlas se entrega a Arnold para sus creaciones artísticas. Otra parte se utiliza para concienciar en las escuelas.
Pero el resto, que no se puede reciclar, acaba en la basura y se incinera. "Así que el plástico y sus sustancias químicas acaban en el aire", lamenta Clare.
Después de tres horas, los voluntarios habrán limpiado sólo unos pocos metros cuadrados de la playa de Tregantle, que tiene cientos.
Arnold observa su botín: una gran lona llena de microplásticos. Una vez secos y clasificados, podrá añadirlos a los 20 millones de microperlas que ha recogido en seis años y que almacena en el garaje de un amigo.
- Arte para denunciar -
Arnold convierte estos plásticos en obras de arte. Con casi un millón de trozos recogidos en la playa, ha creado una escultura de más de 1,7 metros, similar a las estatuas moai de la Isla de Pascua, en la polinesia chilena.
Está expuesta en el Museo Marítimo Nacional de Cornualles, en Falmouth, bajo el título "Una lección de historia".
"Es una metáfora de lo que le estamos haciendo al planeta Tierra. Lo estamos contaminando, agotando todos sus recursos. Si lo destruimos, no tendremos adónde ir", afirma.
Para su próxima creación, le gustaría hacer un meteorito en que se dirige hacia la Tierra "como un guiño al meteorito que causó la extinción de los dinosaurios, porque (...) eso es exactamente lo que estamos haciendo. Como el meteorito, estamos destruyendo nuestro planeta".
Tras la limpieza de la playa, mientras guarda sus bolsas, parece desilusionado.
"A veces pienso en tirar todas mis bolsas de microplásticos al río desde un puente. Sería tan impactante que quizá, por fin, la gente se daría cuenta", afirma.
N.Tornincasa--IM