El combate de un pequeño pueblo inglés contra un plan energético del gobierno británico
En los pintorescos y verdes paisajes de la campiña inglesa, el pequeño pueblo de Friston libra una batalla contra un proyecto de energía eólica denunciado por sus habitantes como una "catástrofe" ecológica y turística.
Liderado por la multinacional británica de energía National Grid, este proyecto de turbinas eólicas marinas ha recibido el apoyo del actual gobierno laborista y de sus predecesores conservadores con el objetivo de descarbonizar el suministro eléctrico antes de 2030.
Con su austera iglesia medieval y sus casitas de techo ocre que contrastan con el verde paisaje, este municipio de 341 habitantes, en el este de Inglaterra, teme que su apacible entorno se vea transformado por el acero y el cemento de las estaciones terrestres previstas en el plan.
Los cables submarinos procedentes de las turbinas conectarán con la cercana costa y se adentrarán varios kilómetros en tierra a través de enormes "trincheras" que requerirán años de construcción.
Y aunque los habitantes del condado rural de Suffolk apoyan la transición ecológica defendida por el gobierno, consideran que el proyecto, tal y como está planificado, cierne una "catástrofe" ecológica y turística a la zona.
Miles de empleos en Suffolk dependen de los numerosos turistas que visitan sus mansos pueblos costeros y sus inmaculados paisajes interiores, hábitat de numerosas especies de aves protegidas.
En su lucha, los lugareños recibieron el apoyo del actor Ralph Fiennes, dos veces nominado a los Oscar, que pasó su infancia en este condado.
"Sí, sí y sí a la energía renovable. Un millón de veces. El planeta está perdido sin ella", afirma en un cortometraje dirigido por él mismo que destaca el coste ecológico de estos proyectos.
"Pero nuestro nexo humano con la costa se verá completamente socavado si no implementamos esta vital energía renovable con una visión progresista y respetuosa con el medioambiente", añade.
- Especies protegidas -
Los habitantes no aceptan que se les cuelgue la etiqueta de "NIMBY's", un acrónimo procedente de la expresión inglesa "Not in my back yard" (No en mi patio trasero) y usada para describir a ciudadanos que aceptan la necesidad de ciertos proyectos o actividades, pero no los quieren en sus comunidades.
"Se nos ridiculiza llamándonos NIMBY's", se rebela Fiona Gilmore, que trabajó como asesora estratégica de países emergentes y que creó en 2019 el grupo Suffolk Energy Action Solutions (SEAS) en su lucha contra este proyecto.
"Es sólo una forma de desacreditar nuestra legítima preocupación por la naturaleza y el medioambiente", lamenta Gilmore, que alerta ante la posible destrucción irreversible del litoral, los humedales y los brezales de la zona.
Su grupo propone que toda la infraestructura vinculada a este proyecto se instale en el mar porque entienden que así sería menos destructiva y más eficiente.
Los activistas de SEAS sostienen que varios países como Dinamarca, Países Bajos o Bélgica están construyendo infraestructuras en el mar y que el Reino Unido podría hacer lo mismo.
Adam Rowlands, de la Sociedad Real para la Protección de las Aves (RSPB), afirma que el litigio va más allá de "un simple problema local" y existe un riesgo para la cercana reserva natural de North Warren.
La RSPB "ve que es necesario transformar nuestra red y nuestra infraestructura energética, pero tenemos que hacerlo de una manera que no empeore la crisis de biodiversidad", añade, subrayando que las opciones de infraestructura en el mar también presentan inconvenientes para la ecología marina.
- Las autoridades, inflexibles -
Las autoridades, por su parte, se mantienen inflexibles. Esta semana, el secretario de Estado de Energía, Ed Miliband, rechazó los llamamientos de los activistas para que se acuerde una pausa que permita reconsiderar los planes.
El martes prometió "actuar contra quienes bloquean, provocan retrasos u obstruyen".
Los habitantes de Friston "viven con esta pesadilla desde hace más de cinco años. No se puede tratar a la gente así", insiste Gilmore.
Otra activista, Charlotte Fox, una anestesista jubilada, afirma que inicialmente aceptó el proyecto de National Grid, creyendo que la empresa y el gobierno trabajaban por interés nacional.
Pero después de investigar un poco, llegó a la conclusión de que existe alguna otra alternativa "más viable, más barata, mejor y más rápida".
"¿Para qué causar toda esta destrucción y dañar la biodiversidad que intentamos salvar?", explica.
F.Laguardia--IM