De Camerún a Francia, la odisea de Merline para huir de un matrimonio forzado
Casada a la fuerza a los 15 años, Merline huyó de Camerún iniciando una odisea migratoria de cuatro años hasta Francia, pasando por el desierto y el océano Atlántico, y marcada por la violencia sexual.
"Me obligaron a casarme con un señor (...) de 45 años", explica esta mujer de 30 años, de mirada huidiza y trenzas de color negro, dorado y burdeos, que consiguió en diciembre alcanzar Francia desde España.
Tuvo con este hombre su primer hijo, al que dejó en Camerún, a contracorazón.
"Golpeada y maltratada", Merline, que prefiere no dar su apellido, quedó "destruida" por este matrimonio y se vio obligada a casarse con el hermano de su marido cuando éste murió en 2016.
"Huí" a finales de 2017, cuenta a la AFP. Amenazada por la familia de su marido, huyó primero a casa de su madre, y luego a la de un amiga que le dio 60 euros para pagar a los contrabandistas para entrar en la vecina Nigeria.
- Ante una violación, "no se puede huir" -
Allí trabajó durante tres meses en un restaurante para reunir los 350 euros que le exigían otros contrabandistas para llevarla a Argelia a través de Níger, por el desierto.
Entonces "empieza lo más difícil", porque en el desierto "no puedes huir" de las violaciones, acompañadas del "chantaje" de los traficantes, que amenazan con abandonar a sus víctimas.
El camino hacia Argelia está marcado por "abandonos", "muertes" y agua con "olor a combustible" distribuida en bidones de gasolina, dice.
Llegada a Tamanrasset, en el sur de Argelia, pasa varios días encerrada en una casa sin salir, por temor a la policía.
Los traficantes llevan a las "mujeres nuevas" recién llegadas a "pequeños bares", donde muchas se ven "obligadas" a prostituirse para pagar el resto de su viaje a Europa, pero ella escapa por poco a este destino gracias a la ayuda de otro emigrante, camerunés, el padre de su segundo hijo, que ahora tiene dos años, y del tercero, del que está embarazada.
Juntos se trasladan a Marruecos. Ella acabará partiendo sola hacia el Sáhara Occidental para luego tratar de alcanzar el archipiélago español de las islas Canarias, porque su acompañante carece de medios para pagar la travesía, pero espera poder reunirse con ella en Francia algún día.
- "Educar a mi hijo en francés" -
En la península de Dajla, en el océano Atlántico, Merline paga 2.500 euros a los traficantes por llevar a ella y su hijo.
Se hace a la mar con una barca de pesca que comparte con unas sesenta personas, un tercio de ellas mujeres y una docena de niños.
"Ahí estás en manos de Dios", porque, "al menor error, estás en el agua, y no hay nadie que arriesgue su vida para venir a buscarte".
Tras dos días en el mar, llega a la isla española de Gran Canaria, donde pasa dos meses antes de ser enviada por las autoridades a un centro de acogida de inmigrantes en Sevilla (sur de España).
Pero quería ir a Francia para "educar a mi hijo en francés" y ahorró para continuar su viaje hasta la ciudad fronteriza de Irún, en el País Vasco, donde decidió -como muchos migrantes- pagar 100 euros para cruzar la frontera con un "taxi-mafia".
Si hoy Merline accede a contar su historia es "para ayudar a los que quedaron detrás y a los que están pensando en emprender este camino", dice esta "entusiasta de la peluquería", que también se ve cuidando a "personas mayores o niños".
L.Sabbadin--IM