Los filipinos vuelven a los cementerios por el Día de Todos los Santos
Con flores y paraguas, multitudes de filipinos se congregaron este martes en los cementerios de este país de mayoría católica para rendir tributo a sus muertos en el Día de Todos los Santos, por primera vez desde el inicio de la pandemia del covid-19.
Miles de personas caminaron o tomaron el servicio de triciclos motorizados bajo la lluvia para ir a las tumbas en los grandes cementerios de la capital, Manila.
Antes de la festividad, una poderosa tormenta tropical provocó deslizamientos e inundaciones a lo largo del archipiélago que dejaron al menos 110 muertos y decenas de desaparecidos.
Entre las decenas de miles de visitantes del Cementerio Manila Norte estaba Leonardo Filamor, de 58 años, quien quiso homenajear a un amigo muerto en 2017.
"Ni un tifón me hubiera impedido venir", declaró Filamor, quien dejó una tarjeta y un ramo de flores blancas en la tumba.
Según comenta, antes vivía en la calle y no podía ni pagar el transporte público para acudir al cementerio.
"Estoy feliz de que esta vez sí tenía el dinero y pude estar con él de nuevo", declaró.
Fue la primera vez desde el inicio de la pandemia que los cementerios abrieron en Filipinas el 1 de noviembre para observar esta tradición cristiana, que honra a los santos y mártires que murieron por su fe.
Millones de filipinos suelen ir a los cementerios en esta fecha para recordar a sus familiares muertos con oraciones, velas y flores.
Muchos hicieron fila antes del amanecer para entrar a los cementerios de Manila.
La vendedora de flores Lucila Cleto dijo que la tormenta del fin de semana afectó las ventas e hizo subir el precios de los crisantemos y las rosas.
"No espero ganar mucho, apenas lo suficiente para salir adelante", indicó esta mujer de 52 años sentada bajo una carpa entre baldes llenos de flores.
Aunque la mayoría acude a visitar a familiares o amigos, algunos van a recordar también a sus mascotas.
"Mis hermanos y yo tenemos una diferencia de edad grande, así que yo sólo tenía a Tatsumi como compañero de juego cuando era pequeña", contó una mujer de 29 años refiriéndose a su perro enterrado bajo un árbol cerca de la tumba de sus abuelos.
"Quedé devastada cuando murió", agregó.
Mariz Amplayo, quien llevó a sus tres hijos a visitar la tumba de su hermano diabético, dijo que era una fecha importante para su familia.
"Visitar a los seres queridos cada año mantiene vivo su recuerdo", declaró Amplayo, de 47 años, tras depositar flores, velas y comida en la tumba de su hermano.
"No queremos olvidarlo nunca".
C.Abatescianni--IM