Il Messaggiere - Burdeos recuerda a cónsul portugués Sousa Mendes, un "Schindler" desconocido

Burdeos recuerda a cónsul portugués Sousa Mendes, un "Schindler" desconocido
Burdeos recuerda a cónsul portugués Sousa Mendes, un "Schindler" desconocido / Foto: Thibaud MORITZ - AFP

Burdeos recuerda a cónsul portugués Sousa Mendes, un "Schindler" desconocido

La lista de Schindler es mundialmente conocida, pero el sacrificio de Aristides de Sousa Mendes lo es mucho menos. Para remediar esa injusticia, Burdeos dedica una exposición al cónsul portugués, un héroe "olvidado" que salvó a miles de refugiados en junio de 1940.

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"Un cónsul en la resistencia" revisa el "acto de valentía" del diplomático, "ferviente católico", para quien "los valores de moralidad eran más fuertes que las órdenes", explica Laurent Védrine, comisario jefe del museo de Aquitania de esta ciudad francesa.

En junio de 1940, a pesar de las consignas del dictador Antonio Oliveira Salazar, que prohibían la entrada a Portugal de "judíos", extranjeros sin motivo "satisfactorio" y "apátridas", Sousa Mendes distribuyó visados de refugiado a los refugiados sin importar la nacionalidad o la religión.

Con este gesto desobediente consiguió salvar 30.000 personas, entre ellas 10.000 judíos, pero se ganó el ostracismo en la sociedad portuguesa.

Cesado de sus funciones tras un proceso disciplinario, muere en 1954 a los 69 años en la miseria en un hospital de Lisboa. "Murió solo, y sobre todo murió en el olvido", lamenta Védrine.

A veces comparado con el industrial alemán Oskar Schindler, que salvó a cientos de judíos de la deportación, la imagen de Sousa Mendes se restauró tardíamente.

En 1966 fue reconocido como "justo entre las naciones" por el memorial del Holocausto en Jerusalén. Veinte años más tarde, en su patria, fue condecorado póstumamente con la cruz del mérito antes de entrar en el Panteón nacional en octubre de 2021.

En opinión de su nieto Gerald Mendes, que vive en Montpellier, la invasión de Ucrania ofrece una nueva dimensión a la figura de este cónsul rebelde, "un modelo universal" porque "todavía hay refugiados que huyen de la guerra y hombres y mujeres valientes que los ayudan contra su propio riesgo".

"Esta exposición tiende un puente entre pasado y presente, nos cuestiona sobre la acogida de los refugiados y sobre las nociones de desobediencia y de acción cívica", añade Laurent Védrine.

- "Carrera contra reloj" -

Gracias a varios fondos documentales, el museo recorre esas semanas cruciales en Burdeos tras la invasión de Bélgica, Holanda y el norte de Francia por parte de Alemania, el 10 de mayo de 1940.

En aquel entonces, 4 millones de personas se exiliaron, y miles de ellos que buscaban huir de Europa llegaron a Burdeos, adonde el gobierno francés se replegó el 14 de junio.

El caos y luego su encuentro con el rabino Kruger, que había partido de Polonia, hicieron dudar a Sousa Mendes. "Atrapado entre el deber de obedecer y el de la humanidad, va a encerrarse 3 días antes de tomar la decisión de desobedecer", relata Laurent Védrine.

En la entrada de la exposición, una escultura video metálica en forma de candelabro simboliza ese dilema interno. Sobre la obra, concebida por el artista Werner Klotz a partir de una idea de Sebastien Michael Mendes, nieto del cónsul, hay pantallas en los que desfilan imágenes que pudieron atormentar al diplomático, padre de 15 niños -su familia, su carrera, los refugiados- mientras que una banda de sonido enumera los apellidos que consiguieron los visados.

"Al final, los firmaba en el rincón de una mesa en la calle de Bayona. Era una carrera contra reloj", señala el curador.

Entre los diarios de época e imágenes del puente de piedra sobre el Garona invadido por una marea humana, los objetos de la fundación sumergen a los visitantes en retazos de vida: el osito de peluche de una refugiada holandesa, pasaportes sellados por el cónsul, estrellas amarillas...

Como otros descendientes de beneficiarios de esos visados, dispersos en el mundo, Jennifer Hartog solo conoció tardíamente en 2013 el accionar de Sousa Mendes, gracias al trabajo de identificación de la fundación. "No sabían que Sousa Mendes realizaba un acto de valentía al poner un sello", dice emocionada este canadiense cuya familia huía de Holanda.

Su primera de Jerusalén Beatrice Brom intentó conocer la historia de su madre. Pero "ella simplemente decía: 'Tuvimos suerte'".

R.Abate--IM