La comedia ofrece un pequeño alivio ante la dureza de la guerra en Ucrania
Sobre un escenario en Ucrania, el comediante Sergii Gromov de 32 años cuenta que el ejército lo llamó y que podría tener que ir a combatir a los rusos.
Pero dice que la preocupación de su esposa no es que tenga que ir al frente de combate: a ella le preocupa que lo obliguen a quitarse la barba que tanto le gusta.
Una risa ligera resuena en el club de comedia de la ciudad occidental de Leópolis, donde se recaudan donaciones para el ejército ucraniano.
A más de seis semanas de que Rusia invadió el país, hombres y mujeres llegaron al club esperando escuchar chistes que alivien las tensiones.
"El humor es nuestro escudo y nuestro mecanismo de defensa para pasar este momento", declaró el comediante al dejar el escenario.
Gromov, quien también es cineasta, debió salir de su ciudad de Járkov, cerca de la frontera con Rusia, en los primeros días del conflicto.
Junto a su esposa y un amigo, viajó más de mil kilómetros al oeste en busca de seguridad en Leópolis.
El comediante piensa cuidadosamente qué tipo de chiste será aceptable y tuvo dudas de regresar a las tablas esta semana.
"Daba un poco de miedo actuar, pero tras la primera presentación entendí que es necesario", declaró.
"Es mejor ir a una actuación de comedia y reírse un día por mes o por semana que quedarse en casa y beber alcohol", aseguró.
Reír y llorar brindan el mismo grado de alivio, asegura, aunque preparar chistes es más difícil que antes de la invasión.
- Agotadas -
El presidente Volodimir Zelenski es quizás el cómico más famoso de Ucrania, electo en 2019 tras una popularísima serie de televisión en la que interpretó a un educador convertido en presidente.
Pero después de semanas de matanza y destrucción, sus habilidades oratorias están centradas en generar apoyo mundial para terminar la invasión rusa.
Tras el inicio de la guerra el 24 de febrero, el Salón de Comedia Cult, en Leópolis, cerró por varias semanas.
Los comediantes trabajaron de voluntarios cuando miles de personas llegaron a la ciudad y nadie estaba de humor para hacer chistes, dijo el gerente, Bogdan Sepokura.
Pero el club reabrió en marzo porque sintió que la gente lo necesitaba.
Vengan, dice el aviso del club, no tienen que preocuparse de las sirenas de ataque aéreo porque el sitio es un búnker.
"En dos horas se vendieron todos los boletos", aseguró Sepokura.
En el pasillo, algunos de los comediantes revisaban sus notas en sus teléfonos móviles mientras esperaban su turno ante el micrófono.
El público fumaba shisha o sorbía cerveza mientras se reían con las presentaciones.
Al acerarse el inicio del toque de queda, los meseros pasaban entre las mesas con datáfonos móviles para que los clientes pagaran utilizando sus teléfonos móviles.
Veronika Azarova, de 25 años, llegó a ver la presentación con su hermana y un amigo.
Ella también debió abandonar Járkov y llegó a Leópolis cinco días antes, luego de que los misiles rusos llovieron sobre su ciudad. Querían una noche feliz para olvidar.
"Necesitamos buscar formas de levantar nuestros espíritus porque es muy difícil con tanto estrés", comentó.
D.Lombardi--IM