Sueños y dramas de migrantes en un barco de rescate en el Mediterráneo
La cubierta principal del buque de rescate "Ocean Viking" es testigo de la peligrosa odisea de los migrantes que cruzan el Mediterráneo en busca de un futuro mejor en Europa.
A bordo, la organización es milimetrada y hay poco espacio para la improvisación. Un mínimo cambio durante un rescate puede comprometer la seguridad de los migrantes y la de los 25 miembros de la tripulación.
A las 08h15, Mar, coordinadora de búsqueda y rescate, reúne al equipo. "¿Dónde están los extintores más cercanos?" pregunta, a la espera de una rápida respuesta.
Antes de cada patrulla la oenegé SOS Mediterráneo, que fleta el buque desde 2019, multiplica las simulaciones a escala real. Arrodillada sobre el suelo de madera, Rita, una partera portuguesa, recuerda los gestos de primeros auxilios acompañada de la música de "Staying Alive", canción insignia de los Bee Gees que corresponde al ritmo ideal de un masaje cardíaco.
Amanece y 35 migrantes bangladesíes acaban de ser rescatados de un precario bote, entre Malta y Sicilia.
La mayoría de ellos jóvenes, conmocionados, empapados y temblando, llegan a la cubierta gracias a una escalera de mano.
Un hombre de tez pálida, con los ojos medio cerrados, se acurruca bajo una manta de supervivencia. Después de algunas horas de sueño los sobrevivientes reciben una ración de comida.
"Estás a salvo", asegura un cartel en varios idiomas. Otro panel de la Cruz Roja informa sobre los pasos a seguir para encontrar a un familiar.
Restos de pintura de una rayuela recuerda que numerosos niños pasaron por esta ruta migratoria mortal.
Para comunicarse con los recién llegados, Sana, miembro de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, garabatea con un lápiz guiada por Mohamad, uno de los pocos miembros del equipo que habla inglés.
- Nociones básicas de italiano -
Al día siguiente, de pie ante una pizarra blanca, asumirá el papel de profesora de italiano, activo valioso en una solicitud de asilo.
Las actividades propuestas por la tripulación ayudan a no pensar en los traumas y hacen que el tiempo pase más rápido, un breve paréntesis de despreocupación entre el infierno libio y un futuro incierto en Italia.
Durante un partido de baloncesto, el puente se convierte en un patio de recreo. Gritan, saltan y se abrazan. Otros dibujan con lápices de colores o arrastran fichas sobre tableros de madera.
Ante un mapa de Europa, dos jóvenes, de unos veinte años, señalan Italia confiando su sueño de trabajar allí para alimentar a su familia, que se quedó en su país natal asolado por la pobreza.
En tendederos se alínea una gran cantidad de ropa. Los bangladesíes, con las manos en un recipiente, lavan en agua enjabonada lo poco que vestían en el momento del rescate, único vestigio de su vida pasada.
Un sonido se distingue detrás de las vibraciones del motor. El taller "peluquería" está en pleno apogeo en la parte posterior del puente. Provistos de afeitadoras y tijeras, los jóvenes cortan la barba de sus compañeros.
En una oportunidad un peluquero profesional incluso se ocupó de toda la tripulación, hasta del capitán, cuenta Daniel Auerbacher, jefe de operaciones.
Al atardecer Siam relata tembloroso el asesinato de su padre por un vecino, lo que lo empujó al exilio.
Sojib regala un barco de origami que hizo a Caterina, médica italiana a bordo, en agradecimiento. Una mano en el corazón sustituye las palabras.
El desembarco se acerca. Cada migrante se lleva una manta gris, un chándal y una bolsa en bandolera.
Los abrazos son tímidos pero sinceros. "Les echaremos de menos", afirman algunos conmovidos.
B.Agosti--IM