Los más pobres son los más afectados por las inundaciones en Sudáfrica
Grupos de personas acuden con baldes para sacar agua potable de las tuberías. Desde hace cuatro días, sin agua ni electricidad, los más pobres de Durban, en Sudáfrica, carecen de todo después de las mortíferas inundaciones.
Más de 340 personas murieron debido a las lluvias torrenciales que comenzaron el pasado fin de semana, la mayoría en la ciudad portuaria de Kwazulu Natal. Un número importante de personas siguen desaparecidas.
Las trombas de agua, las más fuertes jamás vistas en la región desde hace más de 60 años, azotaron con fuerza los barrios pobres, donde se amontonan precarias viviendas, hechas de chapas onduladas o de tablones de madera, a menudo construidas en terrenos inestables.
El jueves, el cielo despejado y el regreso de un calor subtropical se vieron ensombrecidos por la llegada de un olor nauseabundo proveniente de las alcantarillas.
Thobele Sikhephen, de 35 años, fuma un cigarrillo. De pie, con los tobillos hundidos en una melaza marrón, afirma no saber cómo "reparar todo esto". Su casa de chapa está llena de barro y bolsas de plástico hacen las veces de ventanas.
"No tenemos dónde dormir ni dónde comer", resume. El refrigerador detrás de él ya no funciona. Cuando subió el agua, huyó con su mujer embarazada de seis meses, llevando sólo lo que podían cargar en sus brazos, no mucho.
- Nadie para ayudarnos -
El barrio se llama Mega Village. Está construido cerca de un río, en un terreno inundable, pero la mayoría de sus habitantes no lo sabían.
Al término de lluvias torrenciales, los que habían instalado sus casas más cerca de la orilla solo encontraron el lecho del río, que se había ensanchado. Ni rastro de sus hogares.
Las precipitaciones destruyeron miles de viviendas, escuelas, carreteras y puentes. Los equipos de rescate luchan para llegar a áreas de difícil acceso como este municipio.
Petros Ndala, de 59 años, afirma haberlo perdido todo. "Sólo me había llevado mi licencia de conducir y un documento de identidad", explica.
En la desolación se observan algunos objetos diseminados: una cesta de la ropa, un zapato, un tarro de metal que milagrosamente mantuvo su tapa.
Una mujer pasa. Sus chanclas son absorbidas por el barro a cada paso y termina por abandonar sus ojotas en el suelo empapado.
"Estamos solos", comenta Sikhephen. "Desde que todo esto sucedió, nadie ha venido a ver si estábamos bien. No hay nadie aquí que pueda ayudarnos", añade.
Recuerda que después de las inundaciones anteriores de 2017 y 2019, el gobierno había prometido realojarlos. "Pero no lo hizo", dice.
Un poco más lejos, algunos lavan ropa en el río, fingiendo ignorar el color del agua fangosa.
Se escucha música proveniente de una de las pocas casas que quedan en pie. Mientras tanto hombres y mujeres siguen recogiendo los restos de sus casas: una tabla, un trozo de metal...
N.Tornincasa--IM