Mujeres iraquíes en Mosul se ganan la independencia en los fogones
En una cocina de Mosul, la iraquí Abir Jassem prepara verduras rellenas. Gracias a un servicio de restauración gestionado exclusivamente por mujeres, esta viuda y madre de tres niños ha conseguido por fin seguridad financiera.
Fundada en 2017 después de que la ciudad fuera liberada del grupo yihadista Estado Islámico (EI), la pequeña empresa "Sabor de Mosul" cuenta con una treintena de empleadas, cocineras pero también dos repartidoras, en su mayoría viudas o divorciadas.
En una sociedad en gran parte conservadora y patriarcal, la iniciativa representa un flotador salvavidas para las mujeres de esta metrópolis del norte de Irak, donde la guerra contra los yihadistas dejó a miles de ellas sin esposo.
"Si no trabajara, no podría ni comer ni beber", dice Jassem, de 37 años.
Su marido murió debido a una hepatitis cuando Mosul estaba todavía bajo las garras del EI. Cuando la ciudad fue liberada, su familia le prohibió trabajar en un espacio mixto.
"Pero quería trabajar para no depender de nadie", insiste.
Ahora gana más de diez dólares diarios con la comida que envía a domicilio. Su especialidad es el célebre kibbe de Mosul, un plato basado en carne picada.
Algunos manjares de "la gastronomía de Mosul (...), ni los sirios ni los libaneses pueden prepararlos", se enorgullece en un dardo a sus rivales culinarios.
A su lado, varias mujeres preparan el menú del día alrededor de una gran mesa azul. Una cocinera enrolla hojas de parra, otra rellena copiosamente de arroz anaranjado unos pimientos y una tercera ultima unos buñuelos de carne picada.
- "Las más vulnerables" -
En Irak, de "13 millones de mujeres en edad de trabajar", solo un millón tienen un empleo, según un informe de julio de 2022 de la Organización Internacional del Trabajo.
Su tasa de participación en el mercado laboral es de apenas un 10,6%.
Y en Mosul, las "viudas de la guerra" se cuentan por miles, estimaba en esa época un artículo publicado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Sus maridos "eran a menudo el único sostén de la familia", afirmaba la institución, subrayando que las viudas "sin ingresos y habitualmente con niños a cuidar son las personas más vulnerables".
Fue en este contexto que Mahiya Youssef, de 58 años, puso en marcha "Sabor de Mosul", para permitir "a la mujer entrar en el mercado laboral" en una ciudad destruida y una economía en jirones.
"Seamos realistas. Si incluso los graduados están en el paro, me pregunté qué trabajo podía ajustarse a una mosulí para satisfacer las necesidades de sus hijos y ser una mujer fuerte", explica.
Lanzado inicialmente con dos cocineras, el proyecto reúne ahora a más de 30 empleadas, principalmente mujeres viudas o divorciadas, pero también jóvenes diplomadas, explica esta madre casada con cinco niños.
- "Cocina casera" -
Con platos a precios de entre uno y diez dólares, los beneficios mensuales del negocio superan los 3.000 dólares, afirma la empresaria.
Su esperanza es poder abrir un restaurante y, por qué no, reproducir la experiencia en otras regiones. Su baza: "la gastronomía tradicional, que no se cocina en los restaurantes", asegura Youssef.
Cita como ejemplos la hindiya, un guiso de calabacines con salsa de pimienta cocinado a fuego lento con kibbe, o el aroog, unas albóndigas fritas de harina, carne y verduras.
Viuda y con dos hijos, Makarem Abdel Rahman explica que perdió a su marido en 2004, secuestrado por yihadistas de Al Qaida.
Al volante de su vehículo, esta mujer de unos 50 años se ha reconvertido en repartidora para escepticismo de muchos que fruncen el ceño al verla pasar.
"Mis hijos me respaldan, pero algunos familiares se oponen" a esta ocupación, reconoce. Pero ella ignora estas "críticas": con su trabajo ha encontrado un "segundo hogar".
Tiene clientes fieles como Taha Ghanem que, desde hace más de dos años, pide su almuerzo en "Sabor de Mosul" dos o tres veces por semana.
"Debido al trabajo, estamos lejos de casa. Nos puede faltar la comida casera. Pero ahora tenemos este servicio", dice este hombre de 28 años, gerente de una cafetería, que loa los "sabores únicos" de la gastronomía de Mosul.
L.Amato--IM