En Xinjiang, las detenciones continúan lejos de miradas indiscretas
Agentes de policía ordenan a los periodistas abandonar las inmediaciones de una prisión de Xinjiang. Aunque los métodos de encarcelación evolucionan, numerosos musulmanes uigures siguen todavía retenidos en esta región del noroeste de China.
Después de sangrientos atentados perpetrados contra civiles por lo que Pekín define como "separatistas" o "islamistas", el poder chino desplegó una implacable campaña de seguridad en nombre del antiterrorismo.
Desde 2017, más de un millón de uigures o miembros de otros grupos étnicos, principalmente musulmanes, fueron internados en "campos de reeducación", donde académicos y activistas occidentales denuncian numerosas violaciones de derechos humanos.
China presenta parte de estas infraestructuras como "centros de formación profesional" que, según Pekín, permitieron enseñar un oficio a sus internos, alejarlos del extremismo y garantizarles una vida mejor.
Estas personas "terminaron" su formación y ahora gozan de ingresos estables y una vida tranquila, afirman las autoridades.
Pero según los expertos, las formas de detención y vigilancia simplemente han evolucionado aunque algunos "campos" se hayan reconvertido o cerrado.
Según Darren Byler, especialista sobre Xinjiang en la Universidad Simon Fraser (Canadá), "varios cientos de miles" de personas probablemente sigan detenidas en infraestructuras ultraprotegidas.
Otros antiguos reos habrían sido enviados a trabajar en zonas industriales bajo fuerte vigilancia, afirma.
La AFP viajó el mes pasado a los alrededores de 26 presuntos "campos" de Xinjiang para constatar si todavía estaban operativos.
Estos recintos forman parte de una lista establecida por Aspi, un grupo de reflexión australiano financiado principalmente por instituciones gubernamentales de Australia, Reino Unido o Estados Unidos.
Aspi asegura que se basó en imágenes de satélite, documentos oficiales chinos y filtraciones de casos individuales y otras fuentes. China rechaza esas afirmaciones.
En una decena de estos 26 complejos todavía hay guardias apostados en los miradores, alambradas e incontables cámaras de seguridad, constató la AFP.
- Prohibido fotografiar o grabar -
Según Aspi, al menos ocho centros se encuentran cerca del municipio de Artux, de población mayoritariamente uigur. Uno de los complejos parece haberse construido en 2017 y expandido un año después.
En el camino por carretera hasta esos centros, el equipo de la AFP fue seguido de cerca por un convoy de vehículos.
Al cabo de una hora aparece una bifurcación, donde dos barreras metálicas con la insignia del Ministerio de Seguridad Pública impiden progresar hacia los edificios no identificados en la lejanía.
Un periodista de la AFP pidió a un policía uigur si podían continuar la ruta hacia las instalaciones.
"Es una prisión, evidentemente no pueden entrar", respondió este. Se trata de una "zona restringida", "no pueden fotografiar o filmar nada", agregó.
"Esta norma no está escrita en ninguna señal, pero existe por motivos de seguridad nacional y contraespionaje", precisó.
Preguntado sobre el tipo de personas detenidas en ese recinto, el policía no respondió.
En total, de los 26 sitios a los que se pudo acercar la AFP, diez parecían todavía en funcionamiento por la presencia de personal y el estado de los equipos de seguridad.
Algunos son complejos de cientos de miles de metros cuadrados, situados detrás de altos muros, con alambradas, cámaras y guardias de seguridad. A menudo se encuentran en zonas apartadas, lejos de miradas indiscretas.
La AFP no pudo acceder a estas cárceles de Xinjiang, ni identificar a ninguna persona presa en su interior.
- Abandonados -
Cinco de los centros parecían en desuso. Las instalaciones se correspondían a las descripciones facilitadas por Aspi, pero estaban abandonadas y desvencijadas y no contaban con equipos de seguridad.
La AFP también visitó un barrio residencial a una hora por carretera de la histórica ciudad de Kasgar.
En medio de edificios residenciales se levanta un muro de tres metros de altura. Según Aspi, que se basa en imágenes satelitales, cuatro inmuebles de este barrio fueron rodeados de muros en 2017.
Posteriormente se construyeron nuevas infraestructuras en el interior del perímetro, reforzado por una torre de vigia y una entrada protegida.
Pero las cámaras, las alambradas y los miradores fueron desmantelados a partir de 2019, según las imágenes de satélite.
Los periodistas de la AFP pudieron entrar libremente en la zona antes confinada por esos muros.
Unos niños jugaban a fútbol. Entre los inmuebles había grandes bloques prefabricados abandonados. La mayoría estaban cerrados con llave, pero en su interior se podían observar literas, mesas y otros muebles.
En uno de ellos había una gran cocina. En otro, decenas de máquinas de costura polvorientas.
Para garantizar la seguridad de los habitantes, los periodistas de la AFP no preguntaron a los vecinos si esos bloques habían sido usados como prisiones.
- Reconversión -
Otros siete complejos parecen haber sido reconvertidos.
A una hora de Kasgar, dos edificios se levantan a un lado y otro de la carretera. Según Aspi, albergaron el "centro de reeducación" Konasheher-6, pero ahora parecen convertidos en escuelas.
Cuentan con un campo de fútbol, una pista de atletismo y canchas de baloncesto y voleibol. Un lema pintado en una pared anima a los alumnos a "estudiar duro (...) para hacer realidad el Sueño chino", una expresión usada habitualmente por el presidente Xi Jinping.
Extrañamente, en los lindes de las canchas hay un puesto móvil de policía, de color azul y blanco, pero era difícil saber si había agentes destacados.
La visita coincidió con las vacaciones veraniegas y no había ningún alumno.
Pero en otros lugares identificados por Aspi, la AFP vio a grupos de adolescentes jugar a fútbol. Otros son hospitales, centros de formación para miembros del Partido Comunista o albergues para trabajadores.
A unos kilómetros de Kasgar, en un pequeño y tranquilo pueblo, todavía aguantan unas altas murallas.
Escombros de obra se apilan junto a los muros exteriores. Pero una ojeada desde la puerta de entrada permite ver céspedes y edificios interiores bien cuidados.
Un agente de seguridad explica que el lugar fue un centro de detención, pero que "todas las personas que se encontraban allí se han ido".
D.Lombardi--IM